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El refugio definitivo

La sensación que Holly Golightly encontraba solo en la joyería Tiffany & Co. de la Quinta Avenida, otros la procuraban en un lugar más ruidoso y movido: malas o buenas, muchas cosas podían pasarte en Studio 54, la discoteca de moda del Nueva York de los 70. Las fotos gru- pales no tenían desperdicio, de izquierda a derecha podía reconocerse a Liza Minnelli, Andy Warhol y Bianca Jagger o Pat Cleveland. Entre ellos, una mujer italiana llamada Elsa Peretti (Florencia, 1940) y llamada también a revolucionar la joyería contemporánea. Si Audrey Hepburn interpretó para la historia a una de las chicas Capote, Elsa forma parte del grupo de las Halstonettes, todas orbitando alrededor del diseñador Roy Halston, maestro del escote halter. Fue su modelo, amiga y colaboradora, y él quien le facilitaría la entrada en la joyería más famosa de Estados Unidos: desde 1974 inventó para ellos 30 colecciones de joyas con la plata como material principal en tiempos en los que todo lo que no fuera oro o diamantes carecía de distinción. En 1975 Halston añadía perfumes a su imperio, el perfume fue denominado simplemente como Halston y su botella tenía el sello Peretti, se parecía a un pendiente de formas irregulares. “La fragancia era muy atrevida como para usarla para ir a trabajar”, según una reseña del diario The New Yorker, contrastando con el tipo de público que Peretti visualizaba como clienta, “diseño joyas para la mujer trabajadora”, decía. En un mercadillo encontró una botella y le inspiró una joya: Bottle Jug, uno de sus primeros diseños de joyería, está abierta y en ella puede introducirse una flor. La sencilla forma de las habas derivó en el icónico colgante Bean y la anatomía humana en el brazalete Bone que se ajusta ergonómicamente a la muñeca. La plata alcanzaba gracias a Elsa Peretti otro estatus y se redefinía la atemporalidad de una joya: es atemporal aquella que puede adquirirse hoy en el catálogo de Tiffany & Co. sabiendo que esa misma forma parte del catálogo permanente del Museo Británico de Londres y del Metropolitan de Nueva York. Sus joyas se conservan en vitrinas; la sofisticación de su autora detrás de una máscara inmortalizada por el fotógrafo Helmut Newton en lo alto de un edificio, disfrazada de conejita de Playboy. Con casas en Montecarlo, Nueva York, Roma o Porto Ercole, Elsa descubrió en Cataluña el remanso de paz que contrastaba con el ritmo frenético de mañanas creativas enlazadas con noches de excesos neoyorquinos. Se integró en la gauche divine (izquierda divina, en francés), un movimiento de intelectuales entre los que se encontraban Óscar Tusquets o Ricardo Bofill. No contenta con diseñar joyas escultóricas emprendió el gran diseño de su vida: un pueblo entero en pleno Ampurdán. La reconstrucción de San Martí Vell, semiabandonado y en ruinas ocupó los últimos años de su vida, donde fallecía a los 80 años en marzo de 2021. Al cumplirse 50 años desde su llegada a Tiffany & Co. el peregrinaje obligado no es a la Quinta Avenida sino a ese pueblito que en 2017, gracias a la inversión que acometió con gran parte de su patrimonio, estaba casi reconstruido. Destaca, entre todas las masías, su casa pintada en color mostaza que se conserva como símbolo eterno de su individualidad. “La idea no es vivir para siempre, la idea es crear algo que sí lo haga”, dijo Warhol. Elsa Peretti vivirá para siempre pues creó lo más grande: resucitar un pueblo pequeño.

Courtesy Tiffany & Co.

Marta de la Calzada
September 25, 2024